LOS BANQUETES AL AIRE LIBRE EN LA COMUNIDAD DE LA COLINA DEL SAPO

Los rituales banquetes en una comunidad construida entre las colinas de la ciudad de Taipei reflejan el espíritu de cooperación propio de Taiwan.
Si se deja atrás el estruendo de la rotonda de tráfico en Gongguan y se toma rumbo hacia el callejón 119 de la sección 4 de la calle Roosevelt, el ruido de la ciudad de Taipei se desvanece instantáneamente. Las casas de una sola planta de la comunidad de la Colina del Sapo están ubicadas en hileras pegadas contra la ladera. En verano, esta área a las afueras del sur de Taipei se llena de los sonidos de los insectos y las aves. En las tardes de primavera, las luciérnagas parpadean, los ancianos conversan sentados en sus bancos, y el restallido de los alimentos siendo salteados en las cocinas llena el aire. La comunidad urbana se asemeja más a una aldea, con enrejados cargados de melones y huertos de verduras comunitarios, y la frondosa sombra de la ladera, en fin, un mundo aparte del bullicio de la ciudad.
En una tarde de verano, los residentes han acordado contribuir con platos caseros para un banquete comunal. Uno por uno, emergen de sus cocinas como en una procesión ceremonial, llevando con cuidado sus mejores recetas familiares, preparadas con amor. Trémulos, suben y bajan con ellos por las estrechas escaleras. Los vecinos se reúnen alrededor de una larga mesa en el patio afuera de la residencia de la familia Wang, que de repente rebosa de delicias.

Los platos preparados por la familia Wang ese día incluyen carne de res guisada, gachas de frijol mungo y sabalote frito. La receta de carne guisada proviene de la tienda de fideos con carne de res establecida por el señor Wang después de que fue dado de alta del ejército. A medida que Wang envejecía y perdía los dientes, su hijo comenzó a usar tendón de ternera tierna hervido a fuego lento, pero conservando los sabores de las recetas familiares. Las gachas de frijol mungo preparadas por una vecina de los Wang llamada Ah-Mei también reflejan los gustos culinarios de los waishengren, los chino-continentales que llegaron a Taiwan después de 1945. Las gachas de frijol mungo tienen un efecto “refrescante” en el cuerpo según los preceptos de la medicina tradicional china, y en el verano a menudo este plato se sirve frío. El caldo de carne de res a veces se agrega para mejorar el sabor, y a los niños les gusta agregar cucharadas de azúcar y disfrutarlo como un dulce manjar. El sabalote frito, por otro lado, proviene de la ciudad natal de la señora Wang, Tainan, donde la comida está incompleta si falta el pescado.

Los alimentos reflejan las historias personales y las recetas de la familia Wang revelan los antecedentes de la familia. Matrimonios como los Wang, entre hombres waishengren y mujeres taiwanesas son un fenómeno común en la comunidad de la Colina del Sapo. La señora Tong, por ejemplo, es miembro de la tribu aborigen amis del poblado de Shoufeng en Hualien. Ella aprendió las técnicas culinarias del noreste de China continental después de haberse casado con un hombre originario de la provincia chino-continental de Heilongjiang. De manera similar, la señora Ye, miembro de la etnia hakka y originaria del municipio de Beipu en el norteño distrito de Hsinchu, es tan hábil para hacer los fideos típicos de China continental como para elaborar los pasteles de arroz tradicionales de los hakka, después de casarse con un hombre de la provincia chino-continental de Jiangsu.
Después del caos de los años de guerra, no fue fácil encontrar puntos en común en los matrimonios entre las diferentes comunidades. Cuando dos personas tenían orígenes completamente diferentes, ¿serían los hábitos alimenticios otra fuente de conflicto? “En el pasado, todos éramos tan pobres y teníamos tan poco que comer. ¡Realmente no importaba mientras hubiera comida!”, afirma una sonriente señora Ye. El problema se solucionó solo.

Che Lin, el fundador de Good Toad Studio, ha residido por diez años en la Colina del Sapo y posee una foto antigua tomada en 1928. En ese momento, la administración colonial japonesa había establecido instalaciones agrícolas, como una estación de investigación y una unidad de sericultura, cerca de la Colina del Sapo. Los dormitorios para sus trabajadores se ubicaron al pie de la colina a lo largo de la calle Fanglan y fueron los primeros edificios de la comunidad.
En los años de la posguerra, los militares chino-continentales construyeron la Nueva Villa Huanmin para albergar a los soldados y sus familias, y en las décadas de 1960 y 1970, los trabajadores migrantes de otras partes de Taiwan se construyeron nuevos hogares a través de su propio y arduo trabajo. La comunidad tomó forma a partir de estas fases de desarrollo. Esta comunidad receptiva dio la bienvenida a personas de todas partes. Sin importar sus orígenes, los residentes compartieron el sueño común de vivir bien. Además, la sencilla arquitectura de las estructuras hacía que los sonidos se transmitieran entre las casas, creando un ambiente agradable que rara vez se veía en la gran ciudad.

La señora Ye aprendió a hacer sus deliciosas pastas tradicionales de cebollín y huevo de su vecino, el señor Chen. Los esposos Wang, que provienen de la provincia chino-continental de Jiangsu, otrora operaron un restaurante en Shanghai, y cada Año Nuevo chino, la señora Wang prepara los platos tradicionales de temporada típicos de Shanghai para sus vecinos.
Debido a su proximidad con la Universidad Nacional de Ciencia y Tecnología de Taiwan, esta comunidad inclusiva también ha acogido con beneplácito una serie de estudiantes e investigadores de ciencia e ingeniería del sur de la India. Hace aproximadamente una década, estos estudiantes comenzaron a establecer su residencia en el área y otros los siguieron al correrse la voz entre ellos. Actualmente hay 30 estudiantes en seis hogares, y forman una parte única de esta comunidad.

Al igual que los aborígenes de Taiwan y las generaciones mayores de la isla que entienden de la medicina herbaria, A.K. Prasannan, un investigador postdoctoral de Tamil Nadu, y sus amigos del sur de la India, saben cómo escuchar a su propio cuerpo y curarlo con plantas saludables que recogen en estado silvestre y usan en su cocina.
Prasannan ha identificado más de 30 plantas medicinales en la Colina del Sapo, que también crecen cerca de su casa en India. Además, junto con sus amigos, ha plantado moreras de papel, moringa, bananos, árboles de curry, hierba de limón y otras plantas en partes no cultivadas en la cima de la colina. “De donde vengo, casi todas las familias cultivan moreras de papel, árboles de curry y bananos”, explica Prasannan.
Dos veces por semana, Prasannan y sus amigos se reúnen para organizar fiestas culinarias y usan hojas de plátano para servir platos de curry preparados con una miríada de especias. La música de baile india anima el convivio, ayudando a recrear la atmósfera del hogar y celebrar el espíritu de la vida en un lugar que los ha acogido.

Las costumbres dietéticas a menudo se adquieren inconscientemente a través de los hábitos de la vida cotidiana. En 2015, la comunidad fue incluida en el Festival de las Artes Comunitarias Wen Luo Ting, patrocinado por la Compañía de Electricidad de Taiwan, y los residentes locales tuvieron la oportunidad de escoger de entre sus recetas familiares y compartir esa rica historia culinaria con el público. Feng Tien, un documentalista que vivió en la Colina del Sapo durante cinco años, tomó clases de cocina con residentes locales y filmó todo el proceso. La artista Tseng Yun-chieh aplicó su conocimiento de las técnicas de teñido de plantas, recogiendo almendras de la India y hojas de papel de morera en las laderas de la Colina del Sapo e hirviéndolas para extraer pigmentos que usó para ilustrar la cocina local. Tseng usó estas ilustraciones para hacer un calendario que distribuyó a los residentes locales.

“Para mí, la Colina del Sapo es un gran regalo. Es casi imposible encontrar este tipo de lugar en la ciudad, y ha preservado vestigios invaluables sobre la vida de hace 30 o 40 años”, afirma Feng.
En esta metrópolis que cambia rápidamente y que valora la eficiencia, la comunidad de la Colina del Sapo, situada en un remanso montañoso en medio de la ciudad, es como un último puerto, que acoge a extraños con historias de vida completamente diferentes, permitiéndoles convertirse en vecinos íntimos, nutrirse unos a otros y continuar con sus vidas de forma pacífica